¿Por qué la Iglesia misma se llama Madre?
¿Por qué la Iglesia misma se llama Madre?
En una audiencia general en 2013, el Papa Francisco exploró el significado de que la Iglesia es nuestra "Madre".
Entre las imágenes que el Concilio Vaticano II eligió para ayudarnos a comprender mejor la naturaleza de la Iglesia, está la de “madre”: la Iglesia es nuestra madre en la fe, en la vida sobrenatural (cf. Constitución Dogmática Lumen Gentium, nn. 6 , 14,15,41,42). Es una de las imágenes más utilizadas por los Padres de la Iglesia en los primeros siglos y creo que podría sernos útil también a nosotros. Para mí es una de las imágenes más bellas de la Iglesia: ¡Iglesia Madre! ¿En qué sentido y de qué manera la Iglesia es madre? Partimos de la realidad humana de la maternidad: ¿qué hace a una madre?
En primer lugar, una madre genera vida, lleva a su hijo en su vientre durante 9 meses y luego da a luz. La Iglesia es así: nos lleva en la fe, por obra del Espíritu Santo que la hace fecunda, como la Virgen María. La Iglesia y la Virgen María son madres, ambas; lo que se dice de la Iglesia se puede decir también de Nuestra Señora y lo que se dice de Nuestra Señora también se puede decir de la Iglesia...
Una madre no se limita a dar vida; con mucho amor ayuda a sus hijos a crecer, les da leche, les da de comer, les enseña el camino de la vida, los acompaña siempre con sus cuidados, con su cariño, con su amor, incluso cuando son mayores. Y en esto también sabe corregirlos, perdonarlos y comprenderlos. Sabe estar cerca de ellos en la enfermedad y en el sufrimiento. En una palabra, una buena madre ayuda a sus hijos a salir por sí mismos y a no permanecer cómodos bajo sus alas maternales, como una cría de polluelos bajo las alas de una gallina. La Iglesia como buena madre hace lo mismo: acompaña nuestro desarrollo transmitiéndonos la Palabra de Dios, que es una luz que orienta el camino de la vida cristiana; ella administra los sacramentos. Ella nos nutre con la Eucaristía, nos trae el perdón de Dios a través del Sacramento de la Penitencia, nos ayuda en los momentos de enfermedad con la Unción de los enfermos. La Iglesia nos acompaña durante toda nuestra vida de fe, durante toda nuestra vida cristiana...
Un tercer pensamiento breve. En los primeros siglos de la Iglesia, una cosa estaba muy clara: la Iglesia, siendo madre de los cristianos, mientras “hace” cristianos, también es “hecha” por ellos. La Iglesia no es distinta de nosotros, sino que debe verse como la totalidad de los creyentes, como el “nosotros” de los cristianos: yo, ustedes, todos somos parte de la Iglesia. San Jerónimo escribió: “La Iglesia de Cristo no es otra cosa que las almas de los que creen en Cristo” (Tract. Sal 86: PL 26,1084). Así la maternidad de la Iglesia la vivimos todos, pastores y fieles.