La gracia del perdón íntegro de los pecados y el castigo
La gracia del perdón íntegro de los pecados y el castigo
Lo primero que hizo Cristo cuando se apareció a los Apóstoles la noche de Pascua fue darles la potestad de perdonar los pecados con el Sacramento de la Reconciliación (Jn 20,19-23). No sorprende que la gracia de la reconciliación total, incluso del castigo temporal por los pecados que ya se nos han perdonado, comience con una buena confesión.
Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y Amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las amas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. (Diario, 699)
Este pedido de Nuestro Señor reconoce un hecho de justicia que la misma Iglesia reconoce, que es que, si bien el Sacramento de la Penitencia basta para remitir la pena eterna por los pecados graves (separación de Dios), el nivel de dolor del penitente, la intensidad de la conversión y la obligación de reparación que debe cumplirse usualmente son imperfectos. Esta “pena temporal” debe saldarse, sea en esta vida o en el Purgatorio.
A través de Santa Faustina, por lo tanto, el Señor nos llama a renovar nuestra confianza en Él para disponernos a recibir incluso esa enorme gracia. Lo único que falta en la ecuación es NUESTRA voluntad. Dios sí lo desea. Confiemos en Él.
“Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de Mi Misericordia.” (Diario 1109)
“Las gracias de Mi misericordia se toman con un solo recipient y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá.” (Diario 1578).