Audiencia general del 25 de julio de 1979

Autor: Juan Pablo II

 

JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 25 de julio de 1979

1. Quiero dirigir hoy mi pensamiento a la juventud. Es tiempo de vacaciones. Los jóvenes y los niños se hallan libres de obligaciones escolares o universitarias y dedican esta temporada al descanso. Quiero saludar cordialmente a todos los jóvenes y niños que se encuentran descansando y les deseo que las vacaciones les traigan reservas de energías, que les serán necesarias para el próximo año de estudios. El descanso pertenece no sólo al orden humano, sino también al programa divino de la vida humana. Reposa bien el que trabaja bien y, por su parte, el que trabaja bien, debe reposar bien.

Mi pensamiento se dirige, de modo especial, a los numerosos grupos de jóvenes, que hacen coincidir su descanso veraniego con la profundización de sus relaciones con Dios, con la profundización de su vida espiritual. A muchos de estos grupos de jóvenes les conozco personalmente desde los tiempos de mi anterior servicio como sacerdote y obispo en Polonia. Sobre otros muchos grupos me he informado aquí. Ciertamente, en varios países de Europa y del mundo encontramos en los jóvenes una búsqueda muy acentuada de los valores espirituales y religiosos. Parece que los jóvenes sienten muy vivamente el hecho de que no es posible llenar la vida solamente de contenidos y valores materialistas. De ahí derivan esas aspiraciones y esa búsqueda que para nosotros no pueden ser más que fuente de consuelo y esperanza. Testimonian que el hombre quiere vivir plenamente la vida, respirar a pleno pulmón su propia personalidad humana. La vida reducida a la única dimensión de temporalidad, materia y consumismo, suscita contestaciones.

2. Dentro de los ambientes juveniles en quienes pienso en este momento, es muy significativo el interés en buscar, especialmente en esta época del año, un contacto más íntimo con la naturaleza. Las vertientes de los montes, los bosques, los lagos, el litoral del mar atraen durante el verano a una gran multitud de gente. Sin embargo, para muchos grupos juveniles, ese descanso que el hombre encuentra dentro de la naturaleza resulta ser una gran ocasión para un más íntimo contacto con Dios. Y lo encuentran en la exuberante hermosura de la naturaleza que, para muchas almas y muchos corazones, ha sido, a lo largo de la historia, fuente de inspiración religiosa. En este doble contacto, vuelven a encontrarse a sí mismos, vuelven a encontrar el propio "yo" más profundo, la propia intimidad. La naturaleza les ayuda a esto. La intimidad humana se hace en el contacto con la naturaleza, más transparente para el hombre y más abierta a una reflexión profunda y a la acción de la gracia, que espera el recogimiento interior del corazón juvenil para obrar con mayor eficacia.

3. Habiendo estado muchos años en contacto con grupos juveniles de esta índole, he notado que su espiritualidad se basa en dos fuentes que alimentan casi paralelamente las almas juveniles. Una de ellas es la Sagrada Escritura, la otra la Liturgia. La lectura de la Sagrada Escritura, unida a la reflexión sistemática sobre sus contenidos y tendente a la revisión de la propia vida, se convierte en un rico venero para encontrarse a sí mismos y renovar el espíritu dentro de la comunidad. Y a la vez, este proceso de la "Liturgia de la Palabra", desarrollada en diversas direcciones, conduce por el camino más corto a la Eucaristía, vivida con la profundidad de los corazones juveniles y siempre, al mismo tiempo, de forma comunitaria. En torno a la Eucaristía, esta comunidad y todos los lazos que de ella se originan vuelven a tomar nueva fuerza y profundidad: lazos de compañerismo, de amistad, de amor, a los cuales están especialmente abiertos, en este período de la vida, los corazones juveniles. La permanente presencia de Cristo, su eucarística proximidad ofrecen a estos lazos una dimensión de especial belleza y generosidad.

4. Los ambientes y grupos juveniles a que me estoy refiriendo, están por lo general llenos de auténtica y juvenil alegría. He admirado algunas veces el hecho de que esta alegría y espontaneidad se dan la mano con el amor por el orden y la disciplina. Ya este hecho era de por sí una prueba de que el hombre solamente se puede educar desde dentro, con la fuerza de un ideal espiritual, haciéndole ver los sencillos contornos de la verdad y el aspecto de auténtico amor en que se centró la vida humana de Cristo. Yo mismo volvía de esos encuentros más lleno de alegría y más "reposado" espiritualmente. "La belleza de la alegría" es tan importante para el hombre como "la belleza del amor".

La particular expresión de esa alegría es siempre el canto. Todavía resuena hoy en mis oídos el cántico de los grupos juveniles que dio origen al estilo nuevo de cánticos o, mejor diríamos, de las canciones religiosas de hoy. Este fenómeno merecería un análisis detenido.

5. Hay además otros grupos que, de muy buen grado, hacen peregrinaciones. El hombre contemporáneo, más que el de las anteriores generaciones, es un hombre "en camino". Lo que vale especialmente para los jóvenes. Estos grupos juveniles peregrinantes (en el sentido estricto de la palabra) son muchos. La peregrinación se hace muchas voces complemento de una excursión turística, aunque su carácter es diverso. Tengo en mi mente, sobre todo, una peregrinación que todos los años, a principios de agosto, parte desde Varsovia hacia Jasna Góra. La juventud constituye la gran mayoría de los peregrinos, que durante diez días recorren a pie (a veces en condiciones difíciles) un camino de cerca de 300 kilómetros. Entre esta juventud peregrinante, figura todos los años un numeroso grupo de jóvenes italianos.

6. Hace pocas semanas tuvo lugar en Roma el IV Simposio organizado por el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas sobre el tema "Los jóvenes y la fe".

Los prelados que, en número de más de 70, representaban a los obispos de Europa, analizaron a fondo la situación de los jóvenes contemporáneos en relación con la fe, así como las características principales de su religiosidad. Aún sin descartar cierta preocupación por determinadas actitudes de rechazo, por parte de los jóvenes, de algunos valores tradicionales, los obispos hicieron resaltar el hecho de que los jóvenes de hoy descubren cada vez más a la Iglesia como comunidad de fe, se acercan con especial interés al Evangelio y a la persona de Jesucristo, sienten profundamente el valor de la meditación y de la oración.

Que todo esto que he dicho sea un suplemento de aquel tema central de que se ocuparon, en junio, los representantes de las Conferencias Episcopales de casi toda Europa. Para todos los jóvenes, especialmente para los que durante las vacaciones buscan a Dios, sean estas palabras mías una prueba de que el Papa se acuerda de ellos y pide a Cristo para ellos, "la belleza de la alegría" y la "belleza del amor".

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