A Monseñor Luigi Giussani

Autor: Juan Pablo II

 

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON MOTIVO DEL 50 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN
DE "COMUNIÓN Y LIBERACIÓN"

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Al reverendo monseñor
LUIGI GIUSSANI
Fundador del movimiento
"Comunión y Liberación"
1. El próximo mes de octubre se cumplirán cincuenta años desde que usted, habiendo dejado la docencia en la facultad teológica del seminario de Venegono, comenzó a enseñar religión en el instituto "Berchet" de Milán, dando inicio así a un itinerario asociativo y eclesial, que se convirtió después en el Movimiento y, sucesivamente, en la Fraternidad de "Comunión y Liberación". Me uno de buen grado a la acción de gracias que en esta celebración se eleva a Dios, Dador de todo bien, de su corazón sacerdotal y del de las numerosas personas que han entrado a formar parte del Movimiento. Durante este medio siglo, la Providencia divina ha realizado una obra que, difundiéndose rápidamente en Italia y en el mundo, ha dado abundantes frutos para la Iglesia y para la sociedad.
Está presente hoy en setenta países, y propone una experiencia de fe capaz de arraigarse en las culturas más diversas; una experiencia que cambia a fondo la vida de las personas, porque las impulsa a un encuentro personal con Cristo. "Comunión y Liberación" es un movimiento que con razón puede considerarse, junto con otras muchas asociaciones y nuevas comunidades, como uno de los brotes de la prometedora "primavera" suscitada por el Espíritu Santo durante los últimos cincuenta años. Este medio siglo ha estado marcado por una fuerte contraposición con las ideologías dominantes, por una crisis de los proyectos utópicos y, más recientemente, por una tendencia generalizada al relativismo, al escepticismo y al nihilismo, que amenazan con ahogar los deseos y las esperanzas de las nuevas generaciones.
2. Me complace expresarle a usted, así como a todos los miembros del Movimiento, el deseo de que esta importante celebración jubilar impulse a cada uno a remontarse a la experiencia fontal de la que nació el Movimiento, renovando el entusiasmo de los orígenes. En efecto, es importante mantenerse fieles al carisma de los inicios para responder eficazmente a las expectativas y a los desafíos de los tiempos. Repito hoy lo que os dije hace algunos años: "Renovad continuamente el descubrimiento del carisma que os ha fascinado y él os llevará más poderosamente a haceros servidores de esa única potestad que es Cristo Señor" (Alocución a los participantes en una tanda de ejercicios espirituales organizada por el movimiento "Comunión y Liberación", 12 de septiembre de 1985, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de septiembre de 1985, p. 11).
Ojalá que en el seguimiento humilde y fiel de Jesús, al que todos los bautizados están llamados, cada uno de vosotros se inspire en el ejemplo de la Virgen María. Que ella sea el modelo de vuestra vida cristiana hoy. "Vuestro Movimiento -dije también, con ocasión del 20° aniversario del reconocimiento de la Fraternidad de "Comunión y Liberación" por parte del Consejo pontificio para los laicos- ha querido y quiere indicar no un camino, sino el camino para llegar a la solución de este drama existencial. El camino -¡cuántas veces lo ha afirmado usted!- es Cristo" (n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 22 de febrero de 2002, p. 8).
Precisamente aquí reside la original intuición pedagógica de vuestro movimiento, es decir, volver a proponer de modo atractivo y en sintonía con la cultura contemporánea el acontecimiento cristiano, percibido como fuente de nuevos valores, capaces de orientar toda la existencia. Es necesario y urgente ayudar a encontrar a Cristo, para que él se convierta en la razón última de la vida y de la actividad también para el hombre de hoy. Esta experiencia de fe suscita una mirada nueva sobre la realidad, una responsabilidad y una creatividad que abarcan todos los ámbitos de la existencia: desde la actividad laboral hasta las relaciones familiares, desde el compromiso social hasta la animación del ambiente cultural y político.
Elevo al Señor mi oración para que la celebración del 50° aniversario de vuestro movimiento ofrezca a cada uno de sus miembros la oportunidad de una pausa saludable, a fin de recomenzar fortalecidos y afrontar con renovado entusiasmo las nuevas tareas apostólicas del tercer milenio. Que este año jubilar sea una ocasión providencial para profundizar en el conocimiento de Jesús y en el amor a su persona y a su mensaje de salvación.
3. ¡Remad mar adentro!, "duc in altum!" (Lc 5, 4). Esta expresión evangélica, que he repetido en muchas ocasiones, os la dirijo ahora a vosotros. Es una invitación a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abriros con confianza al futuro, porque "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8; cf. Novo millennio ineunte, 1). Quiera Dios que vuestro movimiento, animado por esta certeza, siga anunciando a todos la belleza y la alegría del encuentro con el Redentor del hombre, proclame con vigor la misericordia divina y recuerde a la humanidad, a veces desalentada, que no hay que tener miedo, porque Cristo es nuestro futuro.
Con profunda devoción al Sucesor de Pedro y a los legítimos pastores de la Iglesia, y en estrecha comunión con los demás movimientos y asociaciones, dad en el seno de las comunidades diocesanas y parroquiales la aportación original de vuestro carisma, difundiendo y testimoniando el mensaje evangélico.
La Virgen santísima, maestra y modelo de vida cristiana y "fuente viva" de esperanza, acompañe y proteja siempre vuestro camino. Que ella sea el apoyo al que miréis constantemente.
Con estos sentimientos y deseos, a la vez que aseguro mi participación espiritual en las celebraciones jubilares, de buen grado le imparto a usted, a los colaboradores y a todos los miembros del Movimiento, una especial bendición apostólica. Vaticano, 22 de febrero de 2004