
29 de Octubre
Beato Miguel Rúa
Año 1910
Dios envíe a su santa Iglesia muchos
religiosos y
sacerdotes tan observantes como él.
¿Has visto a uno que cumple bien su
deber?
Ése llegará a ser importante (S. Biblia. Proverbios).
En
el año 1852 San Juan Bosco se encontró en la calle con un grupo de
jovencitos que le pedían les regalara alguna medalla. A cada uno le
obsequió su medalla, menos a uno pálido y delgaducho, de noble mirada, al
cual el santo haciendo como que partía su brazo izquierdo con la mano del
derecho le dijo: "A ti sólo te doy esto". El jovencito no
entendió qué significado podría tener esa acción, pero 30 años más
tarde, le preguntará a Don Bosco: "¿Qué me quiso decir en mi niñez
cuando me ofreció regalarme la mitad de su brazo?", y el santo le
responderá: "Te quise decir que los dos obraríamos siempre
ayudándonos el uno al otro y que tú serías mi mejor colaborador". Y
así fue en verdad.
Miguel
Rúa nació en Turín (Italia) de una modesta familia. Hizo sus estudios de
primaria con los Hermanos Cristianos que lo apreciaron mucho porque era sin
duda el alumno de mejor conducta que tenían en su escuela.
Y
resultó que al Instituto de los Hermanos iba San Juan Bosco a confesar y
los alumnos se encariñaron de tal manera con este amable santo que ya no
aceptaban confesarse con ningún sacerdote que no fuera él. Y Rúa fue uno
de los que se dejaron ganar totalmente por la impresionante simpatía y
santidad del gran apóstol.
Al
quedar huérfano de padre, empezó a frecuentar el Oratorio de Don Bosco,
donde los muchachos pobres de la ciudad iban a pasar alegre y santamente los
días festivos. Allí oyó un día que el santo le preguntaba:
"Miguelín: ¿nunca has deseado ser sacerdote?". Al jovencito le
brillaron los ojos de emoción y le respondió: "Si, lo he deseado
mucho, pero no tengo cómo hacer los estudios".
"Pues
te vienes cada día a mi casa y yo te daré clases de latín", le dijo
Don Bosco. Y así empezó el joven sus clases de secundaria.
Más
tarde Don Bosco lo envió a que recibiera clases de un excelente profesor de
la ciudad, y cuando le pidió informes acerca de su alumno, el profesor
respondió: "Es el mejor de la clase en todo: en aplicación, en
conducta y en buenos modales".
San
Juan Bosco deseaba mucho fundar una comunidad religiosa para educar a los
jóvenes, y se propuso formar a sus futuros religiosos de entre sus propios
alumnos. Y al primero que eligió para ello fue al joven Rúa. Le impuso la
sotana y se interesó porque fuera haciendo sus estudios lo más
completamente posible.
En
1856 Don Bosco hizo una curiosa votación entre los centenares de alumnos de
su Oratoria de Turín (en el cual había muchos internos). Las preguntas
eran estas: 1ª. ¿Cuál es el más santo y piadoso de los oratorianos? 2ª.
¿Cuál es el más simpático y buen compañero de todo el Oratorio? La
segunda pregunta la ganó Santo Domingo Savio, porque en simpatía y
compañerismo no le ganaba ninguno. Pero la primera la ganó por amplia
votación el joven Rúa. Según el parecer de sus compañeros era el más
piadoso y santo de todo el gran colegio. Y esto es mucho decir, porque allá
había muchos jóvenes sumamente piadosos y santos.
Rúa
fue el primer alumno de Don Bosco que ordenado de sacerdote se quedó a
colaborarle en su obra. Fue también el primer director de colegio salesiano
y el hombre de confianza que acompañó durante 37 años al gran apóstol en
todas sus empresas apostólicas. En él depositaba San Juan Bosco toda su
confianza y era en todo como su mano derecha.
Del
beato Miguel Rúa hizo San Juan Bosco un elogio que envidiaría cualquier
otro religioso o sacerdote. Hablando con algunos salesianos dijo el santo:
"Si Dios me dijera: hágame la lista de las mejores cualidades que
desea para sus religiosos, yo no sé qué cualidades me atrevería a decir,
que ya no las tenga el Padre Miguel Rúa".
Cuando
el Padre Rúa fue nombrado para ser director del primer colegio salesiano
que se fundaba fuera de Turín, le pidió a su maestro Don Bosco que le
trazara un plan de comportamiento, y el santo le escribió lo siguiente:
"Ante todo trate de hacerse querer, más que de hacerse temer. Recuerde
lo que decía San Vicente de Paúl: ‘Yo tenía un carácter demasiado
serio y un temperamento amargo, y me di cuenta de que si no hay amabilidad,
se hace más mal que bien en el apostolado. Y me propuse adquirir un modo de
ser amable y bondadoso’. Este sea su plan de comportamiento". Miguel
Rúa conservó toda su vida estos consejos y llegó a practicarlos de manera
admirable.
San
Juan Bosco decía al final de su vida: "Si el Padre Rúa quisiera hacer
milagros, los haría, porque tiene la virtud suficiente para
conseguirlos". Pero la humildad de este santo sacerdote era tan grande
que jamás se atrevía a querer obtener nada extraordinario. Él nunca
hablaba de sí mismo. Pero un día, ya ancianito, le preguntaron los
religiosos jóvenes: "Padre, ¿nunca le ha sucedido algún hecho
extraordinario?". Y él, por bromear, les dijo: "Sí, un día me
dijeron: ya que está reemplazando a Don Bosco que era tan milagroso, por
favor coloque sus manos sobre una enferma que está moribunda. Yo lo hice, y
tan pronto como le coloqué las manos sobre la cabeza, en ese mismo
instante... ¡la pobre mujer se murió!". Los seminaristas rieron ante
semejante final que no esperaban, pero se dieron cuenta de que lo sucedido
en realidad era que no le gustaba hablar a favor de sí mismo.
Cuando
San Juan Bosco era ya muy ancianito, el Santo Padre León XIII le dijo:
"Dígame cuál es su sacerdote de mayor reemplazo". El santo le
dijo que era Miguel Rúa y este recibió el encargo Pontificio de reemplazar
a Don Bosco cuando muriera. Y así lo hizo en 1888 al morir el santo. Quedó
Rúa elegido como Superior General de los salesianos y en los 22 años que
dirigió la Congregación Salesiana, esta multiplicó por cinco el número
de sus religiosos y abrió casas y obras sociales en gran cantidad de
países.
Los
salesianos decían: "Si alguna vez se perdiera nuestra Regla o nuestros
Reglamentos, bastaría observar cómo se porta el Padre Rúa, para saber ya
qué es lo que los demás debemos hacer". Su exactitud era admirable.
Siempre amable y bondadoso, comprensivo con todos y lleno de paciencia, pero
exactísimo en el cumplimiento de todos sus deberes.
Cuando
Rúa tenía apenas unos 25 años, un día se enfermó muy gravemente y
mandó llamar a San Juan Bosco para que le impusiera los santos óleos y le
llevaran el viático. El santo respondió: "Miguel no se muere ahora,
ni aunque lo lances de un quinto piso". Y después explicó el por qué
decía esto. Es que en sueños había visto que todavía en el año 1906 (40
años después) estaría Miguel Rúa extendiendo la comunidad salesiana por
muchos países del mundo. Y a él personalmente le dijo después:
"Miguel: cuando ya seas muy anciano y al llegar a una casa alguien te
diga: ‘Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan exageradamete?’,
prepárate porque ya habrá llegado la hora de partir para la
eternidad". Y así sucedió. Al principio del año 1910, el Padre Rúa
fue a Sicilia a visitar un colegio salesiano y un antiguo discípulo suyo,
al verlo le dijo: "Ay padre, ¿por qué se ha envejecido tan
exageradamente?". El santo sacerdote palideció y se preparó a bien
morir.
Y
el 6 de abril de 1910, después de exclamar: "Salvar el alma, eso es lo
más importante", expiró santamente. Había dedicado su existencia
totalmente a tratar de hacer amar más a Dios y a colaborar totalmente a
tratar de hacer amar más a Dios y a colaborar en la salvación de las
almas.
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