Papa Juan Pablo II: Audiencia general de los miércoles
Miércoles 4 de octubre 2000
La Eucaristía, memorial de las maravillas de Dios
1. Entre los múltiples aspectos de la Eucaristía
destaca el de "memorial", que guarda relación con un tema bíblico
de gran importancia. Por ejemplo, en el libro del Éxodo leemos:
"Dios se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob" (Ex
2, 24). En cambio, en el Deuteronomio se dice: "Acuérdate del Señor,
tu Dios" (Dt 8, 18). "Acuérdate bien de lo que el Señor, tu
Dios, hizo..." (Dt 7, 18). En la Biblia el recuerdo de Dios y el
recuerdo del hombre se entrecruzan y constituyen un componente fundamental de
la vida del pueblo de Dios. Sin embargo, no se trata de la simple conmemoración
de un pasado ya concluido, sino de un zikkarón, es decir, un
"memorial". Esto "no es solamente el recuerdo de los
acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios
ha realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos
acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales" (Catecismo
de la Iglesia católica, n. 1363). El memorial hace referencia a un vínculo
de alianza que nunca desaparece: "El Señor se acuerda de nosotros
y nos bendice" (Sal 115, 12).
Así pues, la fe bíblica implica el recuerdo eficaz de las obras maravillosas
de salvación. Esas obras se profesan en el "Gran Hallel", el Salmo
136, que, después de proclamar la creación y la salvación ofrecida a Israel
en el Éxodo, concluye: "En nuestra humillación se acordó de
nosotros, porque es eterna su misericordia. (...) Nos libró (...), dio
alimento a todo viviente, porque es eterna su misericordia" (Sal
136, 23-25). En el evangelio encontramos palabras semejantes en labios de María
y de Zacarías: "Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su
misericordia (...). Se acordó de su santa alianza" (Lc 1, 54. 72).
2. En el Antiguo Testamento el "memorial" por excelencia de las
obras de Dios en la historia era la liturgia pascual del Éxodo: cada
vez que el pueblo de Israel celebraba la Pascua, Dios le ofrecía de
modo eficaz el don de la libertad y de la salvación. Así pues, en el rito
pascual se entrecruzaban los dos recuerdos, el divino y el humano, es decir,
la gracia salvífica y la fe agradecida: "Este será un
día memorable para vosotros, y lo celebraréis como
fiesta en honor del Señor (...). Y esto te servirá como señal en tu mano, y
como recordatorio ante tus ojos, para que la ley del Señor esté en tu boca;
porque con mano fuerte te sacó el Señor de Egipto" (Ex 12, 14;
13, 9). En virtud de este acontecimiento, como afirmaba un filósofo judío,
Israel será siempre "una comunidad basada en el recuerdo" (M.
Buber).
3. El entrelazamiento del recuerdo de Dios con el del hombre también está
en el centro de la Eucaristía, que es el "memorial" por
excelencia de la Pascua cristiana. En efecto, la "anámnesis", o
sea, el acto de recordar es el corazón de la celebración: el
sacrificio de Cristo, acontecimiento único, realizado ...fÆpaj, es decir,
"de una vez para siempre" (Hb 7, 27; 9, 12. 26; 10,
12), difunde su presencia salvífica en el tiempo y en el espacio de la
historia humana. Eso se expresa en el imperativo final que san Lucas y san
Pablo refieren en la narración de la última Cena: "Esto es mi
cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en recuerdo mío (...). Este cáliz
es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en
recuerdo mío" (1 Co 11, 24-25, cf. Lc 22, 19). El pasado
del "cuerpo entregado por nosotros" en la cruz se presenta vivo en
el hoy y, como declara san Pablo, se abre al futuro de la redención final:
"Cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la
muerte del Señor, hasta que venga" (1 Co 11, 26). Por
consiguiente, la Eucaristía es memorial de la muerte de Cristo, pero también
es presencia de su sacrificio y anticipación de su venida gloriosa. Es el
sacramento de la continua cercanía salvadora del Señor resucitado en la
historia. Así se comprende la exhortación de san Pablo a Timoteo:
"Acuérdate de Jesucristo, descendiente de David, resucitado de
entre los muertos" (2 Tm 2, 8). Este recuerdo vive y actúa de
modo especial en la Eucaristía.
4. El evangelista san Juan nos explica el sentido profundo del
"recuerdo" de las palabras y de los acontecimientos de Cristo.
Frente al gesto de Jesús que expulsa del templo a los mercaderes y anuncia
que será destruido y reconstruido en tres días, anota: "Cuando
resucitó de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había
dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús"
(Jn 2, 22). Esta memoria que engendra y alimenta la fe es obra del Espíritu
Santo, "que el Padre mandará en nombre" de Cristo: "él
os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn 14,
26). Por consiguiente, hay un recuerdo eficaz: el interior, que lleva a
la comprensión de la palabra de Dios, y el sacramental, que se realiza en la
Eucaristía. Son las dos realidades de salvación que san Lucas unió en el
espléndido relato de los discípulos de Emaús, marcado por la explicación
de las Escrituras y por el "partir del pan" (cf. Lc 24,
13-35).
5. "Recordar" es, por tanto, "volver a llevar al corazón"
en la memoria y en el afecto, pero es también celebrar una presencia. "Sólo
la Eucaristía, verdadero memorial del misterio pascual de Cristo, es capaz de
mantener vivo en nosotros el recuerdo de su amor. De ahí que la Iglesia
vigile su celebración; ya que si la divina eficacia de esta vigilancia
continua y dulcísima no la fomentara; si no sintiera la fuerza penetrante de
la mirada del Esposo fija sobre ella, fácilmente la misma Iglesia se haría
olvidadiza, insensible, infiel" (carta apostólica Patres Ecclesiae,
III: Enchiridion Vaticanum 7, 33; L'Osservatore Romano, edición
en lengua española, 27 de enero de 1980, p. 15). Esta exhortación a la
vigilancia hace que nuestras liturgias eucarísticas estén abiertas a la
venida plena del Señor, a la aparición de la Jerusalén celestial. En la
Eucaristía el cristiano alimenta la esperanza del encuentro definitivo con su
Señor.
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Llamamiento del Santo Padre
Desde hace varias semanas llegan noticias preocupantes de ataques
sangrientos en Guinea contra la población local y contra los refugiados de
Liberia y Sierra Leona. Pido en nombre de Dios que se desista de tanta
violencia y se respeten los derechos de todos, especialmente los de los
refugiados, que ya viven en condiciones precarias.
Dirijo, asimismo, un apremiante llamamiento para que sean liberados dos
sacerdotes javerianos, el padre Franco Manganello y el padre Víctor Mosele,
secuestrados en la Misión de Pamalap, en la región de Forecariah, el pasado
6 de septiembre.
Por último, expreso mi dolor y mi oración por dos heraldos del Evangelio,
brutalmente asesinados en los últimos días: el padre Raffaele di Bari,
comboniano, en Uganda, y el señor Antonio Bargiggia, misionero laico de los
Hermanos de los Pobres, en Burundi. Que el Señor acoja en
su paz a estos fieles servidores suyos, caídos mientras cumplían el
"mandamiento mayor": el del amor.
Saludos
Doy mi cordial bienvenida a los peregrinos de
lengua española, en particular a los grupos procedentes de España, México,
Perú, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos, en esta
visita jubilar a Roma, a renovar la fe y recibir con gozo la misericordia de
Dios. Haced partícipes a vuestras familias y vuestros pueblos de una
inolvidable experiencia de encuentro con Cristo, haciéndoles llegar también
el afectuoso saludo y la bendición del Papa. Muchas gracias.
(En italiano)
Me dirijo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién
casados. Amadísimos hermanos, hoy celebramos la fiesta de San Francisco de Asís.
Que para vosotros, jóvenes, sea modelo de vida evangélica; para
vosotros, enfermos, sea ejemplo de amor a la cruz de Cristo; y para
vosotros, recién casados, una invitación a tener siempre confianza en
la divina Providencia.
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